La motricidad espontánea en la infancia
MYRTHA CHOKLER
Ser testigo y, al mismo tiempo, participante activo del instante maravilloso en que un niño pequeñito se abre al mundo, cuando sin pensarlo, sin saberlo siquiera, extiende su mano y se aferra a los dedos de un otro que lo mira tiernamente, asombrado. Otro que, a su vez, le brinda su propia mano para iniciar el camino, es, creo, la experiencia más intensa, más significativa de la vida humana. Esta experiencia representa un pacto concreto por el cual un ser adulto se compromete, se juramenta con un ser total, completo, bebé a acompañarlo, protegerlo, apoyarlo, sostenerlo, de mil maneras diferentes. Se compromete a compartir la alegría, y también la ansiedad. Se compromete a hacer frente a la dificultad, al dolor pero también el goce, en este sendero a trazar, a construir y a afirmar, camino personal, original y único que es la ventura y la aventura de su propia vida.